Era una mañana fresca y otoñal en la hermosa otrora ciudad de las rosas, Guadalajara, Lía venía de Roma, hacía un tiempo que se habían conocido ella y Alfonso, pero nunca en persona, las almas quisieron conocer sus cuerpos. Lía tenía aproximadamente 23 años, delgada, alba como la luna, de ojos verdes como la marea, él rayaba en los 37.
Sonaron las campanas de Catedral, apenas eran las 10 de la mañana, Alfonso se sentó a esperarla en un café a un costado del Degollado, por un rato fingiendo que leía una revista que había comprado; pero cada pisada le hacía volver la mirada alrededor, después de esperar casi media hora, sintió su llegada, se miraron de reojo, se rehuyeron, fingieron no saber que eran ellos, él buscó su rostro, sabía exactamente cómo era, conocía muy bien sus facciones aunque jamás la había visto en persona.
Caminaron por la Plaza de los tres poderes, él le contó sobre la historia de Hidalgo y lo importante que fue esta ciudad en su lucha contra el mal gobierno virreinal, aquí justamente en el Palacio de Gobierno del Estado, Hidalgo proclamó la abolición de la esclavitud para todas las Américas, Lía escuchaba atenta y maravillada de estar por primera vez con Alfonso.
Después él la llevo a una tienda llamada “El Vapor” en los portales frente a la catedral, ahí pidió permiso para subir al balcón frente a la misma, el mismo dueño de la antigua tienda encomendó a un empleado de avanzada edad a que los encaminara al mirador, abordaron un viejo elevador y salieron en el último piso, que se usaba como almacén abandonado, de ahí subieron por una pequeña escalinata que los condujo al balcón, ahí pudieron observar la catedral en todo su esplendor en la privacidad de un lugar que pocos conocían.
Caminaron, tan lejanos como sólo aquellas personas que no son nada saben hacerlo. Divisó el horizonte tan distante y tan profundo y descubrió cómo las nubes solitarias pasaban volando. Le hablaba en español y un pésimo italiano. Y ella le escuchaba de nuevo, calmada e inquieta hasta que ambos rieron y le dijo que le gustaba reír, entonces ella sonrió y supo que era la oportunidad para besarla.
-Lía, mira, el punto donde las calandrias parten en la Plaza de los Tres Poderes, que te parece si subimos a una y recostada en mi hombro, vemos el atardecer con una serenata.- Dijo con entusiasmo. -Andiamo amore mio,- gritó al tiempo que Lía reía a carcajadas, la tomó por la cintura y subieron a una calandria.
Subieron a una calandria, de inmediato la cabeza de Lía encontró el abrigo de Alfonso en su hombro, parecía como si este fuera un molde y al compás de “Guadalajara, Guadalajara”, el sol se ocultó frente a sus ojos.
Caminaron por la Plaza Tapatía y al finalizar, ingresaron al Instituto Cultural Cabañas, antes un hospicio, y ahora Patrimonio Cultural de la Humanidad proclamado por la UNESCO en diciembre de 1997.
Recorrieron los patios del mismo, ella maravillada con la grandeza arquitectónica del lugar. Y para finalizar el recorrido, observaron tendidos en una banca, cabeza con cabeza, la obra cumbre de José Clemente Orozco, “El Hombre en Llamas”, allí permanecieron por más de una hora en silencio, dejando pasar los minutos, escuchando sólo sus pensamientos, ambos hundidos en la misma fantasía.
Crónica de: Juan Pablo Sánchez González