Por María Candelaria Ochoa Ávalos
Publicado en MX Político
Heidi Hartmann en su libro Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo, dice: es mejor un matrimonio más saludable o el divorcio. Y así ha pasado en la relación entre la democracia y la paridad. Y es que las y los políticos no sensibles “al género”, consideran que las cuotas y la paridad son una amenaza a la democracia, y en cierto sentido sí, porque la democracia liberal se olvidó de incluir a las mujeres, que somos las mitad de la población.
Desde 1993 que se impulsa una primera reforma que “recomienda” a los partidos integrar a mujeres en sus listas de candidaturas, le siguieron reformas en 1996, 2002 y es en 2012, que se sienta jurisprudencia para establecer que los partidos políticos deberán integrar con personas del mismo género, sus fórmulas de candidatos titulares y suplentes a diputados y senadores por ambos principios. En el Parlatino[1] en 2014, se discutió la paridad vertical como establecer en las listas plurinominales la ubicación de las candidaturas de mujeres y hombres, de manera alternada y secuencial (uno a uno) en toda su extensión y de modo descendiente tanto en los cargos de titulares como en los cargos de suplencias. Si se trata de listas partidarias uninominales, la paridad se cumple con la incorporación de candidaturas suplentes al otro sexo de quien detenta el cargo de titular. Y la paridad horizontal, como la participación equivalente de mujeres y hombres al encabezar las listas partidarias (primeros lugares). Cuando un mismo partido político y/o alianza se presenta en varios distritos electorales simultáneamente debe acordarse encabezar mujeres y hombres por igual.
Para las elecciones de 2018, la paridad vertical y horizontal, serán una realidad. La paridad vertical y horizontal, considerará la variable histórica o de rotación para encabezar las listas plurinominales y uninominales. Se trata de la alternancia inmediata de género entre un período electoral y otro. Si la lista fue encabezada por un hombre en el siguiente período deberá encabezarla una mujer y viceversa.
De tal manera que la Norma Marco sobre paridad, pone en el centro la igualdad de resultados, entendiendo por ésta, la culminación de la igualdad legal y la igualdad sustantiva, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo, haciéndola eficaz en la práctica y no basada en la noción de justicia procedimental.
Para lograrlo, se requiere de un trato desigual, por ello, las medidas especiales de carácter temporal para alcanzar la igualdad sustantiva, son el pilar al que aspira la democracia paritaria en todos los ámbitos de la sociedad. Y reitero, es una medida democratizadora que implica la participación equilibrada de mujeres y hombres en todos los procesos de toma de decisiones en el ámbito público. Sin embargo, no puedo dejar de insistir que se requiere la paridad no solo en los cargos de elección popular: diputaciones, senadurías, regidurías, sindicaturas y presidencias municipales, se requiere también paridad en el ámbito ejecutivo y en el poder judicial, sino sólo tenemos una exigencia de paridad en uno de los poderes y queremos que esta se manifieste en los tres.
Este debate se inscribe en la democracia y el feminismo radical, que no ve solamente al sistema político formal, sino al significado de impulsar una política democrática que aspire a la articulación de las diferentes luchas en contra de la opresión. Decían las feministas de los años setenta: no queremos la mitad del pastel, sino cambiar la receta. Y es que los valores de justicia social e igualdad de género están íntimamente vinculados. Queremos organizar y reorganizar la vida social en todas las dimensiones en las que vivimos la experiencia de ser humanas y humanos. Hasta ahora, los sistemas “democráticos” carecen de estos aspectos.
Queremos recuperar y radicalizar los aspectos más progresistas de la democracia liberal – libertad, igualdad, autodeterminación y autonomía, además de una redefinición del bien común. Dice Fraser que la base estructural de la subordinación de las mujeres en la sociedad capitalista, es la división entre la producción económica y la reproducción social, por ello, debe revisarse la relación profunda entre estas dos, sino, no será posible la emancipación de las mujeres.
La democracia radical[2] significa crear una nueva cultura política y nuevos marcos de entendimiento que articulen estrategias para un proyecto de transformación social, que supere todas las formas de explotación, dominación y discriminación social y global. El neoliberalismo, los militarismos y fundamentalismos, nos excluyen, violan y deshumanizan, individual y conjuntamente, por ello, no puede haber democracia si no se reconoce la paridad en el marco de igualdad de resultados.
[1] El PARLATINO reunido en su sede de Panamá los días 4 y 5 de diciembre de 2014, con motivo de la conmemoración del Cincuenta Aniversario de su constitución, celebró, el ‘Encuentro Parlamentario: Mujeres, Democracia Paritaria’ y que contó con 173 participantes, parlamentarias/os, magistradas/os de Tribunales Electorales y representantes de diversas instituciones del Estado, así como mujeres de redes políticas de 16 países de la región.
[2] Chantal Mouffe: Feminismo, ciudadanía y política democrática radical. Debate feminista